Los que Habitan en Nosotr@s

 
Centro De Capacitación Para El Desarrollo Humano 
Nosotr@s y las Circunstancias

El Cuento de mi vida reescrito durante mis últimos 67 años

Los que Habitan en Nosotr@s


Y ¿Qué trata esta Historia?

Pues esta historia es sobre nosotras y nosotros, inmersos por selección natural, por una decisión del cielo, en un mundo que cohabitamos con nosotros mismos y con los otros: llámense personas, animales, naturaleza, cosas y circunstancias. Hogar, familia, trabajo, amistades nos rodean, más los que habitan dentro de nuestra Mente: pensamientos, percepciones, sentimientos, emociones; un Cuerpo físico, una anatomía conformada por Huesos, Órganos, Entrañas y el universo llamado Sangre. Más el Espíritu con las virtudes.

INTRODUCCIÓN

Los personajes de esta historia son reales. Su descripción conlleva la relación que tienen con el hacer, con el pensar y con el sentir, más la intención de existencia dentro del todo. Aunar la actividad individual dentro del todo implica una predisposición de adaptabilidad, trabajo en equipo y comunicación. Una hipótesis por aclarar es en qué momento del desarrollo del ser humano se establece esta relación.


CAPÍTULOI: EL TODO... EL ANTES

Todos tenían que vivir en un solo espacio, ¡y además curvo!, no había cuadrados. Todos tenían que mantener esa forma, una función específica y una esencia que cumplir. No había forma de salir... ¡de expresarse, sí! Eso lo podían hacer... pero salir, salir no podían. Tenían que vivir juntos, pero no revueltos, en un espacio limitado interno que se comunicara con el exterior.

Este todo exterior también representaba una conexión con el cielo y la tierra, y una conexión con los otros seres que habitan en el exterior. Expresarse con los otros implicaba dar y recibir. Su expresión estaba representada en el hacer y en las emociones manifestadas mediante las respuestas ante los requerimientos de los demás: una especie de respuesta ante la solicitud o la necesidad.

Y al recibir del cielo, la tierra y de los otros habitantes de afuera, tenían que distribuir para todos los habitantes internos de una forma tanto equilibrada como dependiente también de las necesidades individuales. Prácticamente, un intercambio de bienes y servicios. Tanto es así que el recibir y el dar implicaba elecciones, metodología para su proceso, organización, transporte, horarios, itinerarios, economía, contabilidad y hasta un juicio racional para su intervención.

Un ejército de relaciones, transferencias, intercambios, como también una cascada generacional para la intervención, la acción y la disposición del dar y el recibir. Prácticamente, un apoyo de unos con los otros y los otros con el todo que comprende lo interno con lo externo, y lo externo de la mano con las fuerzas que vienen del cielo y de la tierra.

¿Cuáles son esas fuerzas externas? ¡Las que vienen del cielo!, como la luz y la oscuridad, o la lluvia y el sol. Basta observar hacia arriba para captar la inmensidad del universo con sus planetas y constelaciones, y sentir la energía del viento, el calor, la humedad, el frío, la sequedad, con lo cual el clima es quien define el estado del universo reflejado en los que habitan en nosotros como en los que rondan.

¡Las que vienen de la tierra!, como las cosechas, las flores y la naturaleza que nos mantiene y entretiene, que aún estando juntos, muy pegados, cada uno conserva la forma, la esencia y su accionar dentro del todo.

Antes ya estaban, ya existían; les fue legado, prácticamente una herencia universal a estos habitantes. ¿De dónde salieron el sol, la luna, las estrellas, los planetas y esas fuerzas que recogen y reciclan el agua tan creativamente expuestas para ser observadas y percibidas desde otro planeta llamado Tierra?

Cuando se dieron cuenta de que tenían que trabajar juntos y que además dependían unos de otros, decidieron ponerse nombres, horarios, distintivos; o sea, que se organizaron. Decidieron empezar a ejercer las tareas porque, de lo contrario, ¿El que los envolvía a todos...?

Así que el rojo se identificó: "Mi nombre es Corazón y quiero que el Intestino Delgado sea quien me acompañe para que juntos formemos equipo, pero necesitamos a otro quien reciba la información del exterior y nos comunique qué está pasando del otro lado". Entonces llamaron al Maestro del Corazón para que fuera el mensajero. Entre los tres se repartieron las tareas, pero necesitaban organizarse y definir con exactitud qué labor hacer para no chocar unos con otros. Ya estando los tres reunidos, se cuestionaron acerca de ¿Quién los metió allí?

Luego pensaron: ¿y lo que haremos... para qué sirve? ¿A quién le entregaremos los resultados? ¿Quién nos alimentará? ¿Y los horarios, el tiempo, a qué ritmo? ¿Y si nos da frío o calor? ¿Y si producimos más o menos de lo que haremos, qué pasará? Eran muchas preguntas y no encontraron quien les dijera nada. Como Maestro del Corazón era quien traía la información, lo enviaron a que inspeccionara y consiguiera respuestas. Efectivamente volvió y comentó lo que escuchó: "He oído personas riéndose, otros llorando, pero no entendí por qué lo hacían.

Vi caras tristes y alegres, y personas corriendo de un lado para el otro, con teléfonos cerca de nosotros, todos metidos dentro de unos buses rojos, con paquetes, corriendo detrás de unos carros amarillos y comiendo de prisa en las esquinas, mientras que otros llevaban niños apresuradamente a los colegios. A otros los vi gritando y peleando. Otros, en cambio, estaban sentados pensando, elucubrando en los parques, mientras que otros decían 'tengo miedo que me roben la quincena'. Todo eso observé mientras me tomaba un tinto caliente, sin azúcar y sin leche.

De regreso, sentí el viento acariciándome, pero era un viento frío; en cambio, el cielo estaba abierto y despejado. No percibí que las personas se hablaran, sí escuché ruido, pitos, sirenas que en principio hacían el ambiente bullicioso. Con el correr del tiempo, empezaron a salir personas vestidas por lo general de negro; hombres con corbatas casi para ahorcarse, las mujeres iban sobre unos tacones con los que apenas podían caminar, con unas botas que les apretaban las piernas y unas carteras grandes y pesadas. Todo me pareció confuso y abrumador. Tantas cosas sin coherencia.

Me dieron ganas de regresar a este lugar de paz y descansar, no sin antes darles el informe para que ustedes decidan qué hacer". Con toda esa información, Corazón e Intestino Delgado, que ya se habían vuelto amigos, decidieron ir a donde los vecinos más cercanos. Encontraron efectivamente al Bazo y al Estómago esperando algo de afuera para comer, pues no sabían qué hacer si del exterior no les enviaban comida. Ya la reunión era de cuatro, pero no podían entender todavía qué harían con lo que comerían el Bazo y el Estómago, y tampoco identificaban su relación.

Entonces decidieron visitar a otro vecino por si de pronto él sí sabía de qué se trataba la cuestión. Para entrar a ese lugar tuvieron que pasar por tubos, huecos, entre un agua roja, mientras unas puertas se abrían y otras se cerraban, y no había forma de devolverse. Era muy enredado. Cuando al fin llegaron, encontraron un lugar tranquilo, sosegado, blanco, y se respiraba aire puro que caía de unas pequeñas gotas, minúsculas, transparentes y suaves. Eran los Pulmones, parecían un árbol con grandes ramificaciones, pero estaban comiendo cebolla, ajo, jengibre; todo picante.

Quedaron confundidos por el lugar y además por el invitado que estaba allí. Se presentó como el Intestino Grueso, diciendo que él y los Pulmones eran muy buenos amigos, por eso estaban recordando viejos tiempos. Los habitantes de ese lugar estaban pendientes de una puerta que se abría con frecuencia arrojando un agua roja sucia para limpiarla y oxigenarla, luego devolverla por otra puerta que solo se podía abrir. Mejor dicho, aquello tenía una actividad tan grande que ahora había más preguntas con menos respuestas.

Se despidieron de aquellos vecinos y continuaron su camino. Seguían elucubrando sin entender nada, pero de pronto observaron una masa grande, roja, que palpitaba, recibiendo la sangre que venía de los pulmones. La almacenaban y cuidaban como un tesoro. En esas estaban cuando apareció el Hígado, medio bravo, y venía acompañado de una pequeña bolsa que expedía un olor amargo, con color amarillento y malhumorada, pues era la Vesícula Biliar quien además se veía pesada; cargaba unas piedras pequeñas, negruzcas, a punto de salirse de la bolsa.

Con el genio del hígado y la carga de la Vesícula Biliar no fue mucha información la que pudieron obtener. Además, estaban tomando un jugo verde azulado, ácido, espeso, y esperando quién les pedía lo que cuidaban con tanto esmero y tanta seguridad que hasta armados estaban. Se despidieron contándoles que estaban investigando a los habitantes de la comunidad en la que estaban inmersos y no podían salir, sino expresarse, pidiendo orientación de cómo salir a buscar otro vecino que tuviera más información y que no estuviera tan ocupado.

Efectivamente, encontraron una ruta un poco obstaculizada llegando a un lugar negro, profundo, salado, con mucha agua, al sur, frío; eran dos orejas, pero como ellos no sabían cómo eran las orejas, decidieron tocar. Salieron los Riñones, acompañados de la Vejiga, su amiga más cercana con quien compartían las noches para ir a orinar, ya que le daba miedo andar sola por aquellos laberintos. Se miraron expectativamente. ¡No sabían qué decir! Ahora eran siete. La incertidumbre era pasmosa, silenciosa.

El Corazón tomó la palabra: "Sentémonos y con calma analicemos de qué se trata toda esta conspiración". "¿Y por qué conspiración?", preguntó el Riñón Izquierdo. "Porque hemos venido de vecino en vecino y no entendemos para qué estamos dentro de un lugar sin salida, con tantas tareas que tampoco sabemos qué hacer con ellas". La Vejiga, que estaba medio escondida, dijo: "Tomemos asiento y mientras, compartimos unas algas marinas y algunas legumbres que nos ha enviado el Estómago".

Así fue que un día cualquiera, sin una hora específica, se sentaron: El Corazón, el Intestino Delgado, el Bazo con el Estómago, los dos Riñones y la Vejiga, a discernir aquellos cuestionamientos. Riñón Izquierdo dijo:

-El Cerebro, junto con las médulas y las entrañas, forman parte de nuestra estructura. Nos acompaña el Triple Recalentador, que está encargado de mantenernos en un nivel de calentamiento tibio, ya que las aguas de todo el lugar las manejamos nosotros. Lágrimas, sudor, saliva, fluidos y orina dependen de nosotros.

También el pelo, los oídos y los dientes, que son fabricados dentro de un sistema complejo con actividad independiente y con funciones determinadas como coordinación, sensibilidad y estabilidad. Todo ello se confabula para que un ser humano al nacer tenga unas características propias: una individualidad y personalidad definida, pero que interactúa con todo el sistema orgánico. Ese ser humano viene codificado con un ADN, quien trae una información biológica debidamente organizada y estructurada para que los habitantes de este lugar le demos vida.

Al hacerlo, ese ser humano se mantiene armonioso, equilibrado, sano, cumpliendo la función para la cual fue creado… vivir feliz, dando y recibiendo amor, viviendo con lo justo y lo necesario y sirviendo a sus semejantes de una manera dulce y juiciosa. Todo esto se da si nosotros trabajamos en equipo, cumplimos la tarea que nos toca, no juzgando a los unos y a los otros, colaborando congruentemente dentro de un sistema complejo de células, pensamientos, emociones, sensaciones y amor.

Ese ser, a su vez, recibe información del exterior: cultura, educación, relación con otros seres humanos, sistemas de comunicación. Por un lado, el cielo lo provee del frío, calor, aire, humedad, viento y sequedad. Por el otro, la tierra le ofrenda agua y madera para que se alimente, se abrigue y construya una vida próspera, rodeado de un ambiente de paz y tranquilidad. Así que nosotros somos responsables desde nuestro claustro de mantenerlo vivo bajo ciertas condiciones: que se alimente con los cinco sabores: amargo, dulce o insípido, salado, picante y ácido.

Si lo hace, nosotros tendremos alimento para cumplir lo que se nos ha ordenado. Corazón, mantener un sistema de bombeo de sangre; junto con los Pulmones fabrican un oxígeno de calidad que da alegría. Bazo y Estómago procesarán los alimentos y nos los enviarán. Hígado y Vesícula Biliar conservarán la sangre que nosotros purificamos a través de las funciones que realizamos para que la Vejiga y el Intestino Grueso excreten aquello que no sirve en el organismo. Con Maestro del Corazón comunicando desde el exterior lo que pasa.

Nosotros, los Riñones, ejecutaremos el Soplo de Vida, la esencia divina, la Energía que mantiene a ese ser de humanidad unido a una fuerza desconocida, pero que lo sabe todo, que atiende las súplicas de los humanos y que además le consuela en un sueño profundo, permitiendo que pensamientos, sentimientos y acciones sean realizadas congruentemente. Hasta que ese ser haya cumplido su misión, nosotros actuaremos sanamente, día y noche, contra viento y marea, para conservar esa vida que un día nos fue asignada. En ese espacio de colores, sabores y haceres: Habita ese ser...

Por: Aracely Ardilla.

CAPITULO II La mente...

CAPIITULO III El espíritu 

CAPITULO IV La trascendencia


Agradecemos tus comentarios.

Aracely Ardila Murillo
Psicólogo TP 261774
Salud Pública T.P. 1719300
Facilitadora, soy Rotary

Patricia Ruiz Tatis
Licenciada en Pedagogía Artística Universidad del Atlántico
Salud Pública T.P. 1719304


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